Luis Merelles / Inversión Turística
Miles de pequeñas luciérnagas iluminan un espectáculo mágico al anochecer en los antiguos bosques y reservas como el parque Piedra Canteada, a unos 75 kilómetros de la ciudad de México.
Cabe señalar que Piedra Canteada, en el estado Tlaxcala, no es un parque administrado por el gobierno, sino una cooperativa rural que se las ingenió para salir de la pobreza y abandonar la tala con la ayuda de las luciérnagas.

El negocio se mantuvo lento durante años. Pero en 2011, miembros de la comunidad se dieron cuenta de que las millones de luciérnagas que aparecen entre junio y agosto podrían atraer a turistas de las grandes ciudades, en donde muy pocas gentes las han visto en grandes números. De hecho, en todo el mundo, la deforestación y el crecimiento urbano amenazan a más de dos mil especies de luciérnagas.
Cinco años después, las cabañas del parque y los espacios para acampar están reservados con semanas de anticipación, para asistir a una atracción que es particularmente popular entre las familias con niños pequeños y las parejas que buscan un ambiente romántico.

La cooperativa de 42 familias aún tala algunos árboles, pero han preservado más de 630 hectáreas (1.560 acres).
"Nosotros talamos, vivimos del bosque, de cortar árboles, pero en una forma ordenada", comentó Rueda López, uno de los fundadores de la cooperativa. "Es como un jardín, tú tienes que quitar las ramas, hay que quitar las partes secas, las partes enfermas para que realmente crezca".
Afirma que tienen planeado sembrar más de 50.000 pinos en las áreas que talan cada año.

"Estamos tratando de que en toda la zona de acá ya no se ocupen herbicidas, porque si es un insecticida, lógico va a afectar a la luciérnaga", comentó Hugo Brindis, guía certificado en Granja Salma. "Tratamos de ver junto con biólogos, y con los mismos que manejan los químicos para tratar de ver cuál es el que les afecta menos, sin afectar también en campo".

En Piedra Canteada, la cooperativa adquirió un pequeño aserradero en 1998 para poder vender madera cortada a un precio más elevado, en lugar de los puros troncos. El aserradero da trabajo a los residentes y un ingreso que va más allá de la temporada de luciérnagas, que se extiende durante tres meses.
"Hemos bajado, se puede decir en un 60 o 70% la producción de la madera, para preservar el bosque y tener un mejor sustento con el turismo", comentó el gerente del aserradero, Salvador Morales.